A veces los adultos, cuando tratamos con los niños y niñas, podemos ser sorprendentes. Sorprendentemente torpes. Se nos disparan automatismos casi incontrolables que no sabemos ni de dónde salen. O sí, pero preferimos no mirar. Es lo que me pasó a mí el otro día cuando estaba sola con mi hija. Ella, que pronto cumplirá cuatro años, jugaba a crear figuras con unas letras magnéticas… y de repente se le ocurrió formar su nombre; encontró las letras que necesitaba y se puso a ordenarlas mientras yo observaba: primero la J, luego la A, luego la R y por último la otra A: ARAJ. Y entonces ocurrió: mi fascinación y mi ternura se tornaron de repente en un afán irreprimible de encarrilar a mi criatura, de no dejarle caer en el error. Me acerqué a ella como quien no quiere la cosa y le susurré: “Pero, mi amor, se empieza por la izquierda…”.
La Quinta'l Texu: pararse a sentir
Sabíamos muy poco de ese colegio. Hasta el significado de su nombre, en bable, era una incógnita. Nuestro itinerario estaba ya cerrado y el tiempo apremiaba. Para visitar La quinta'l texu tendríamos que hacer encaje de bolillos y pedalear al mismo tiempo. Y eso hicimos. Quizás fuera la llamada de algo misterioso e inesperado, o su simpatía, o la visión tan clara de la escuela que querían, pero no lo dudamos y aceptamos una invitación que además de una alegría era todo un reto. No nos imaginábamos que en esta tierra de trasgus y busgosus lo imposible está a la vuelta de la esquina, y que las sorpresas no habían hecho más que empezar.
Colegio Andolina: al encuentro de la autenticidad
Pocas semanas antes de nuestra llegada a Oviedo recibimos una llamada: Marta, en nombre de la “comunidad de alegres ciclistas” 30 días en bici, nos ofrece hacer el trayecto entre Oviedo y Gijón con nosotros. Es toda una alegría, porque hasta entonces sólo hemos tenido compañía ciclista muy ocasionalmente, y nunca más de dos personas. ¡Y ahora vamos a entrar en Gijón con todo un pelotón! Si la lluvia lo permite, claro...
Una escuela sobre dos ruedas
Hace justo un año, un día como hoy, dejamos nuestra casa subidos en dos bicicletas equipadas con remolques y un asiento para bebé, y salimos de viaje. Yo iba a cumplir cuarenta y un años, y ya sólo cambiar de piñón me parecía una proeza. Por no hablar de subir las cuestas... Pero quería viajar en bici.
Mil ríos: lo que el mundo moderno ha olvidado acerca de los niños y el aprendizaje
El otro día me encontré con esta afirmación entre mis actualizaciones de Twitter: “Pocos niños aprenden a leer de manera espontánea. Para la gran mayoría, los ejercicios de fonética son imprescindibles, y para todos son beneficiosos”.
El penúltimo tramo
La gripe y el mal tiempo han estado a punto de echar por tierra la ilusión de entrar en Madrid (nuestra ciudad natal) en bici. Pero después de un viaje repleto de alegrías y emociones positivas nos resistíamos a ese final. Y ha sido la generosidad de una familia que, en el último momento, nos ha ofrecido su casa en un punto estratégico de nuestra ruta lo que nos ha permitido volver a soñar: el lunes 15 de diciembre, culminando más de tres meses de viaje, hemos hecho los 75 kilómetros que separan Collado Mediano de San Fernando de Henares. Una ruta que hemos vivido como un auténtico regalo.
El Roure: el bosque sí es una escuela
Escondido en el Alt Penedès hay un viejo roble de seiscientos años, un anciano gigantesco cuyas ramas se encorvan hacia el suelo como queriendo abrazar a quienes se le acercan. A este árbol magnífico, símbolo de fuerza y vigor, antaño se llevaba a los niños enfermos con esperanza de sanarlos. Hoy, siglos después, siguen viniendo a él otros niños, y también adultos, que en su compañía juegan, conversan, contemplan... En el bosque, ese lugar mágico donde se dan cita nuestras luces y nuestras sombras, hemos encontrado una escuela donde el tiempo se detiene y las relaciones humanas se nutren de calma y horizontes abiertos.
Ojo de Agua: educando desde la conciencia
La carretera desde Villajoyosa ha sido dura, con cuestas y una conducción crispada. Por momentos sentimos que no llegaremos nunca a Orba. Pero cuando quedan menos de dos kilómetros nos damos cuenta de que abajo, entre la arboleda, se ve ya la “casa grande”, la construcción de madera con paneles solares y rodeada de olivos y almendros, que alberga Ojo de Agua. Y bajamos la cuesta sin pisar el freno, con la sensación de que, más que ir en bici, podemos volar.
Waldkindergartens, o la vida en las escuelas del bosque
Fuimos a los bosques de Friburgo porque queríamos conocer las Waldkindergartens, esas escuelas donde niñas y niños de entre tres y seis años pasan cada día al aire libre, corriendo, revolcándose, trepando a los árboles, jugando con las ramas y las hojas, metiéndose en el barro hasta las rodillas, y descubriendo todas las manifestaciones de vida por minúsculas que sean.
Receta para aprender... y chuparse los dedos (II)
Pringándonos. Mordiendo. Saboreando. Metiendo las manos de lleno en la masa. Y chupándonos los dedos después. Así aprendemos, no cuando nos dan la comida triturada –sea papilla de verduras o de álgebra– a golpe de cuchara. Por eso nos aburrimos cuando no nos dejan más opción que abrir la boca (para tragar). Y es que la curiosidad, que nos lleva a querer aprender con todas nuestras fuerzas, es un animalito intrépido que no puede vivir enjaulado y necesita correr en libertad.