Sabíamos muy poco de ese colegio. Hasta el significado de su nombre, en bable, era una incógnita. Nuestro itinerario estaba ya cerrado y el tiempo apremiaba. Para visitar La Quinta'l Texu tendríamos que hacer encaje de bolillos y pedalear al mismo tiempo. Y eso hicimos. Quizás fuera la llamada de algo misterioso e inesperado, o su simpatía, o la visión tan clara de la escuela que querían, pero no lo dudamos y aceptamos una invitación que además de una alegría era todo un reto. No nos imaginábamos que en esta tierra de trasgus y busgosus lo imposible está a la vuelta de la esquina, y que las sorpresas no habían hecho más que empezar.
Primero fue el cuento. Un cuento lleno de complicidad y cariño escrito por una de las mamás de la escuela, anticipando nuestra visita. Desde Oviedo se llega a La Quinta’l Texu saliendo en dirección al pueblo de Villaperi, y tras recorrer varios kilómetros por una carretera secundaria que en el último tramo está flanqueada por árboles frondosos, colinas ondulantes y caseríos de piedra y teja. Mientras pedaleábamos aquella mañana de noviembre camino al cole, nos venía a la mente el final de ese cuento... "Muy pronto la familia viajera y las familias de la Quinta vamos a encontrarnos, y quién sabe qué puede llegar a pasar".
A esas alturas ya habíamos descubierto que cuando se juntan personas que creen en una educación centrada en la felicidad de sus hijos e hijas pueden pasar muchas cosas increíbles. Dos días antes, cerca de cien personas nos habían arropado durante una charla organizada por las familias del colegio Andolina y La Quinta'l Texu en una librería del centro de Gijón, y que fue uno de los momentos más emocionantes de nuestro viaje.
La prensa, como por embrujo, durante toda la semana que pasamos en Asturias había estado especialmente receptiva: nos entrevistó Isabel Gemio para Onda Cero, Radio Melilla con bici... Hasta hicimos una entrevista en directo para la tele del Principado de Asturias –¡y nosotros con estos pelos!–, sesión de maquillaje incluida.
Así que cuando nada más llegar a la escuela se nos apareció delante, como una visión, el gran hórreo que ocupa el centro del jardín, simplemente sonreímos, porque ¿quién podría imaginar mejor espacio de juego que un viejo granero de madera, oscuro y misterioso, al que hay que subir trepando? Pero esta antigua granja renacida como colegio ofrece muchas más posibilidades... Bajo el hórreo, un chico se pone a prueba cortando un bloque de hielo con un hacha. Un poco más allá, en un arenero, varios niños se entretienen usando la mezcla de agua y arena para experimentar con las leyes de la física, y con el tacto de sus manos. Los montes cubiertos de un verde profundo parecen observarlo todo, como gigantes que custodian el horizonte.
Igual que el hórreo, el entorno natural que rodea La Quinta'l Texu ("la quinta del tejo" en castellano) parece pertenecer a otra época en que el silencio y la calma inundaban todo. "Vimos el texu, las vacas, los prados...", nos dice Rebeca, una de las mamás fundadoras, explicando qué es lo que les hizo elegir este lugar, que encontraron de forma providencial en muy poco tiempo, casi como si hubiera estado esperándoles. La casa que acoge a las niñas y niños es una construcción de los años 40 del siglo pasado, y que forma parte de una antigua finca ganadera que en sus orígenes se regía por un principio de calidad y de innovación en el cuidado de los animales. Hoy la escuela, como un guiño del destino, continúa aplicando este principio desde la educación, mientras el tejo que asoma por detrás de la casa, ese sabio centenario al que adoraban los celtas, sigue asistiendo al paso del tiempo, a los cambios, a la llegada de los niños.
Nos recibe un pequeño grupo de madres y padres, y enseguida salen a nuestro encuentro las alumnas y alumnos, que nos proponen enseñarnos la escuela. Pero antes de nada, nos dicen, "¡hay que descalzarse para no ensuciar!". Con ellos recorremos la planta baja, donde está Infantil: 26 niños que comparten el espacio, los materiales y las actividades sin estar separados por edades. Todo el interior es amplísimo, los ventanales inmensos, y la luz baña las paredes y el suelo de madera creando un ambiente casi mágico. Dos acompañantes, Desi (que es además directora y nos ha alojado estos días en su casa) y Laura, han cuidado estos detalles tan importantes, pero de lo que más cuidan es de las emociones y necesidades de los peques. Los espacios están adaptados en función de su uso: hay una sala dedicada al juego simbólico, una para lectura (que es también un laboratorio donde trastear con materiales estructurados, algunos fabricados de reciclaje por las familias), una sala para música y expresión corporal... y en el baño, otra simpática sorpresa: las cañerías que llegan hasta las cisternas de los dos wáters infantiles se han moldeado para que formen las alas de una mariposa, pintada sobre la pared. En la planta de arriba están los espacios de primaria, que en el curso 2013-14 estaba integrada por 6 niños de hasta 8 años de edad.
Cada mañana empieza con una pequeña asamblea de buenos días que sirve para organizar la jornada, y en la que cada niña y niño tiene la oportunidad de expresar sus sentimientos e ideas. A partir de ahí, los niños pueden ocupar su tiempo como ellos decidan: jugando libremente, o participando en las actividades que se ofrecen: lectura de un cuento, psicomotricidad basada en el método Aucouturier (para lo que disponen de un enorme establo reconvertido y acondicionado con colchonetas y otros materiales), pintura, teatro, música (impartida por dos músicos de la Orquesta del Principado de Asturias que son padre y madre de un alumno)... El día de nuestra visita, por ejemplo, tuvimos la oportunidad de participar en un taller de repostería: ¡íbamos a hacer galletas! Ni que decir tiene que Jara, nuestra hija de dos años, se unió entusiasmada y participó como una más en la preparación de los ingredientes, y sobre todo catando el resultado cuando salió del horno.
Fuera del horario escolar, en fin de semana, se ofrecen también talleres y cursos, algunos abiertos a toda la familia. Además de los más "convencionales", como matemáticas activas, cocina, crianza autorregulada, baile o escucha activa, como os podéis imaginar, en un lugar como este no podía faltar un taller especial: el de pócimas y alquimia...
La Quinta'l Texu abrió sus puertas en septiembre de 2013, aprovechando el impulso de un grupo de familias que supo dejar de lado sus diferencias en materia de educación y construyeron el proyecto desde lo que les unía: una educación basada en el respeto a las necesidades y ritmos de cada niño y niña, sin juicios ni castigos. La escuela es una cooperativa de familias que no participan en el acompañamiento pedagógico pero que se encargan de la gestión y el mantenimiento a través de comisiones y asambleas. Durante la entrevista que hacemos a Rebeca para nuestro documental, nos habla de la experiencia tan enriquecedora que ha sido para las familias aprender a relacionarse desde el diálogo y el consenso, algo que nuestra sociedad no favorece en general (y que desgraciadamente acaba arruinando muchas iniciativas educativas como ésta). Los frutos de este trabajo personal y comunitario son ya visibles en la cohesión y la estabilidad del proyecto.
Conseguir la homologación (de momento para infantil, la de primaria está en trámite) fue más fácil ya que existía el precedente de Andolina, y la Consejería de Educación comprendió la esencia del proyecto. Con el Ayuntamiento las negociaciones fueron más duras. Pero en un año de existencia la escuela ya había duplicado las plazas de Infantil, y para el curso 2015-16 están completas todas las plazas para niños de tres años.
Mientras exploramos los espacios recibimos una llamada telefónica: querían entrevistarnos para Asturias24. Un rato después llega un fotógrafo del diario asturiano El comercio, donde también va a aparecer una reseña. Luego otro nos hace fotos para La nueva España. Y es que las familias de la escuela han movilizado todos sus contactos con motivo de nuestra visita. Aunque la entrevista más importante, y totalmente inesperada, es la que nos hacen unos niños que, armados con cámara y un montón de preguntas que han anotado en un bloc, quieren saber de nuestro viaje y de todo lo que hemos visto hasta llegar aquí. ¡Son los periodistas más curiosos y divertidos que nos hemos encontrado!
Después de celebrar la última asamblea de la jornada llega la hora de almorzar, y nos quedaremos a compartir la mesa con un pequeño grupo de niños. Cuando terminamos, la tarde está cayendo, y aunque nos gustaría quedarnos tenemos que subirnos otra vez a las bicis para hacer el camino de vuelta a Oviedo; mañana seguimos en ruta hacia Galicia.
Pero es cierto que algo ha ocurrido. Descubrir esta escuela por sorpresa... sus paisajes, su calma, ha sido mágico y nos ha llenado de ilusión y de fuerzas renovadas. Se acerca la recta final del viaje y las necesitamos, porque nuestros cuerpos acusan el cansancio acumulado. Empezamos a pedalear por el mismo camino que vinimos, entre árboles y praderas, con la luz tenue de un sol de otoño que comienza ya a esconderse, y esta vez el aire y el silencio nos traen a la memoria otro cuento, un cuento que acaba más o menos así:
Notas:
1 Podéis encontrar más información sobre la pedagogía desarrollada por Loris Malaguzzi en este artículo de RedSolare.
2 Rebeca Wild, que fundó el "Pesta" junto con su marido Mauricio, ha escrito varios libros recomendables, entre ellos "Aprender a vivir con niños" y "Educar para ser".
3 Kilpatrick considera esenciales la motivación y el interés de los alumnos, que adquieren un papel activo, y ve al profesor como un "facilitador" en el proceso de aprendizaje.