Esundiario | Cuaderno de viaje — Esto no es una escuela
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aprendizaje

Educación creadora: crear para vivir

Educación creadora: crear para vivir

El otoño ya ha tomado posesión del cielo cuando llegamos a Bilbao. Nos hubiera gustado muchísimo poder hacer el recorrido desde Vitoria en bici, atravesando el Parque Natural Urkiola. Pero la meteo amenaza con regalarnos lluvia, y decidimos no correr el riesgo; aún nos quedan muchos kilómetros de ruta, el frío acecha, y no podemos permitirnos caer enfermos. Así que, por primera vez en todo el viaje, nos subimos (bicis y remolques incluidos) a un autobús de línea.

Mil ríos: lo que el mundo moderno ha olvidado acerca de los niños y el aprendizaje

Mil ríos: lo que el mundo moderno ha olvidado acerca de los niños y el aprendizaje

El otro día me encontré con esta afirmación entre mis actualizaciones de Twitter: “Pocos niños aprenden a leer de manera espontánea. Para la gran mayoría, los ejercicios de fonética son imprescindibles, y para todos son beneficiosos”.

De mariposas y escuelas: Tximeleta

De mariposas y escuelas: Tximeleta

Hay escuelas, demasiadas escuelas, que se asemejan tristemente a prisiones: estáticas moles de hormigón repletas de aulas estrechas, con barrotes en las ventanas, patios de cemento, timbres estridentes que sustituyen el deseo por imposición. Pero ¿cómo podría ser una escuela que escapara de esta crisálida claustrofóbica y echara a volar...?

El Roure: el bosque sí es una escuela

El Roure: el bosque sí es una escuela

Escondido en el Alt Penedès hay un viejo roble de seiscientos años, un anciano gigantesco cuyas ramas se encorvan hacia el suelo como queriendo abrazar a quienes se le acercan. A este árbol magnífico, símbolo de fuerza y vigor, antaño se llevaba a los niños enfermos con esperanza de sanarlos. Hoy, siglos después, siguen viniendo a él otros niños, y también adultos, que en su compañía juegan, conversan, contemplan... En el bosque, ese lugar mágico donde se dan cita nuestras luces y nuestras sombras, hemos encontrado una escuela donde el tiempo se detiene y las relaciones humanas se nutren de calma y horizontes abiertos.

Cuidar lo invisible a los ojos: Congrés-Indians

Hablar con los niños agachándonos y mirándoles a los ojos. Desde una mirada que cuida, sin afán de controlar. Dándoles espacio y tiempo. Acompañándoles desde la empatía con sus sentimientos. Desde la sinceridad y la complicidad. Sin juicios ni comparaciones, premios ni castigos. Y dejándoles explorar, descubrir por sí mismos, y también, sobre todo, jugar. Así hace esta escuela viva y activa que quiere contemplar el mundo a través de los ojos asombrados de un niño.

Deconstruir la escuela: Liberi

Encima del portón, esculpido en una lápida, puede leerse “Masia Ribes”. Nada sugiere que estemos a las puertas de algo que no sea una mansión señorial. Y sí, lo es, pero en el jardín de esta antigua masía ha crecido, como en el relato de Carroll, una miríada de flores vivientes cuyas voces, desde temprano, comienzan a oírse por los rincones. Estamos en una escuela que no quiere ser escuela, y que no lo es precisamente porque ha conseguido serlo. ¿Juego de palabras o declaración de principios? Bienvenidas y bienvenidos al otro lado del espejo.

Receta para aprender... y chuparse los dedos (II)

Receta para aprender... y chuparse los dedos (II)

Pringándonos. Mordiendo. Saboreando. Metiendo las manos de lleno en la masa. Y chupándonos los dedos después. Así aprendemos, no cuando nos dan la comida triturada –sea papilla de verduras o de álgebra– a golpe de cuchara. Por eso nos aburrimos cuando no nos dejan más opción que abrir la boca (para tragar). Y es que la curiosidad, que nos lleva a querer aprender con todas nuestras fuerzas, es un animalito intrépido que no puede vivir enjaulado y necesita correr en libertad.

Receta para aprender... y chuparse los dedos

Receta para aprender... y chuparse los dedos

El mundo de la gastronomía y el de la educación tienen mucho en común. Necesitamos comer para vivir, del mismo modo que sin aprender tampoco podríamos seguir existiendo ni como individuos ni como cultura. Los dos son impulsos innatos del ser humano. Por eso no hace falta que nadie nos recuerde que debemos alimentarnos (el hambre se encarga), igual que tampoco esperamos a que alguien nos diga que es hora de ingerir conocimientos: aprendemos continua e inevitablemente, sin darnos cuenta, sin proponérnoslo siquiera. Pero lo mejor de todo es que aprender, como comer, es un placer. Debería serlo siempre. Y dicho esto... os invito a un banquete.