Creo que el hecho de que a mis casi cuarenta y un eneros haya decidido hacer un paréntesis en mi trabajo para asomar la cabeza en el mundo de la educación no es algo casual. Yo, que soy ingeniero por titulación, técnico de profesión, aeronauta frustrado, ateo por convicción, que me resisto a creer en cuestiones esotéricas, en quien se ha hecho carne el discurso racionalista tras años de práctica diaria, quien jamás ha experimentado (conscientemente) un minuto de meditación...yo, creo que no es un suceso casual. Pero veamos, aunque sólo sea para tratar de explicármelo a mi mismo qué y quién me han conducido a creer que no es un hecho casual.
En el principio fue...el podcast.
Sin ánimo de sonar paternalista, llegados a este punto creo que debo haceros una advertencia: ir caminando por la calle enchufada a un ipod puede poner en peligro la continuidad de tu vida. A mí me pasó.
¡Empezamos!
¿Puede un pie convertirse en un teléfono? ¿Y una cuchara, en un sofisticado instrumento de diseño gráfico? Todo el mundo sabe que a los niños les gusta utilizar los objetos cotidianos de forma insospechada, absurda e incomprensible para los mayores. Con el tiempo se consigue, casi siempre, que entren en razón y abandonen sus sueños imposibles. Es necesario que se adapten al mundo real, decimos, y con ese argumento los atiborramos de nuestro particular "reality show", y les hacemos olvidar ese otro mundo posible que llevaban dentro.