Delante de mí está Chloe. Tiene catorce, quizás quince años, y su mirada busca, como ella, un refugio. Hemos charlado antes y sé la razón. Viene de otro "centro educativo", un lugar donde todo era muy diferente, donde una profesora puede hacerte creer que no vales para nada, donde te sientes sola, donde cada mañana es igual a la anterior. Estamos frente a frente, rodeadas de silencio, y me habla de un día en que fue feliz de nuevo, en esta otra escuela, pequeña, casi escondida. "Aquí me quieren", dice, y su mirada baila.