¿Puede un pie convertirse en un teléfono? ¿Y una cuchara, en un sofisticado instrumento de diseño gráfico? Todo el mundo sabe que a los niños les gusta utilizar los objetos cotidianos de forma insospechada, absurda e incomprensible para los mayores. Con el tiempo se consigue, casi siempre, que entren en razón y abandonen sus sueños imposibles. Es necesario que se adapten al mundo real, decimos, y con ese argumento los atiborramos de nuestro particular "reality show", y les hacemos olvidar ese otro mundo posible que llevaban dentro.