¿Cómo sería vuestra escuela ideal? Para poder responder a esta pregunta, hace un año decidimos emprender un camino que iba a convertirse, junto con la mater/paternidad, en lo más emocionante, cautivador y transformador que nos ha pasado jamás.
Buscar, imaginar, inventar y... ¿por qué no? crear la escuela que quisiéramos para nuestra hija, pero también para todas las niñas y niños, ha sido y es el motor de Esto no es una escuela. Nunca nos propusimos una meta, un objetivo definido, porque queríamos vivir cada instante por sí mismo, darnos la oportunidad de fluir con cada experiencia, estar abiertos a disfrutar y aprender sin exigencias ni prejuicios. Y, como quizás sospechábamos, llegados a este punto que es casi la mitad de nuestro viaje (del viaje geográfico, quiero aclarar, porque el otro, el viaje interior, tiene visos de continuar) nos damos cuenta de que el horizonte no está todavía a la vuelta de la esquina, de que apenas lo atisbamos, aunque sabemos que está ahí, guiándonos e impulsándonos. Pero no sabemos adónde nos llevará.
Si hay algo que asumimos ya desde el principio es que nuestro proyecto está en constante construcción. Es como una criaturita a la que alimentamos cada día, a la que mimamos y atendemos en todas sus necesidades, y que en consecuencia crece y nos regala sus sonrisas, camina y empieza a llevarnos de la mano por paisajes insospechados. Paisajes humanos, porque también desde el principio supimos que no queríamos hacer este camino solos. Queríamos caminar con personas como tú, que además de hacernos compañía y darnos aliento, consiguen que vivamos todo esto como un proyecto en común, un auténtico procomún con el que pretendemos, entre otras cosas, que la educación pública se fortalezca y renueve con pedagogías que escuchen de verdad a nuestras hijas e hijos.
Adivinarás que aún no hemos encontrado esa escuela ideal, aunque existe porque la vemos en nuestros sueños, hablamos de ella y, en torno a ella, encontramos en el camino a personas asombrosas. Esas personas son lo mejor del viaje: hacen que cada pedalada, cada cuesta, cada pequeño o gran esfuerzo, merezca la pena. Al lado de algunas de ellas podríamos seguir caminando, o pedaleando, sin sentir cansancio ni miedo. No hace mucho tuvimos la oportunidad de encontrarnos a alguien así, y fue leyendo un artículo conmovedor titulado "Lo que raramente se dice y se piensa sobre educación". Su autor se llama Antonio Aramayona, y decir que es ex-profesor de filosofía y escritor no le haría justicia. Él se define como un "perroflauta motorizado". Para mí es, en realidad, el mejor ejemplo de que la utopía, para lo que sirve (y tomo las bellísimas palabras de Eduardo Galeano), es para caminar. Vayas en bici o en silla de ruedas.