Aún estamos a tiempo de retomar la filosofía de la educación y de pensar cómo queremos que sean las escuelas y los estudiantes. Ha llegado el momento de dejar que el sol entre a raudales por las ventanas de las aulas.
Patrick Hazlewood, director de St. John's Marlborough
Año 2005. Sur de Inglaterra. En la pequeña ciudad de Marlborough, el director de un centro de enseñanza secundaria incita a la revolución educativa con sus declaraciones sobre los deberes escolares. Los partidarios del antiguo régimen, en un intento por detener el avance de sus ideas, acusan al director de arruinar la educación pública y de despilfarrar impuestos. Pero el cambio de paradigma es ya imparable.
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St John's no es un reducto de pedagogía alternativa. Es un inmenso centro público al que acuden cerca de mil setecientos estudiantes de 11 a 19 años de edad. Sus orígenes como institución educativa se remontan a 1550, y ha tenido alumnos ilustres como el escritor William Golding. Patrick Hazlewood, el director, no es ningún provocador radical. Pero su visión de la educación y su empeño por mejorarla han transformado este centro educativo y lo han colocado a la cabeza de una renovación pedagógica cercana a la obra de autores como Dewey, Piaget, Montessori o Holt.
Este es el primero de los centros educativos que vamos a visitar en Inglaterra. Tras subir una empinada cuesta –preludio de las infinitas colinas que encontraremos en Devon– llegamos a un magnífico y moderno edificio que alberga la escuela desde 2010. Dentro nos recibe Tom Nicholls, que, además de ser aficionado al ciclismo, es asistente de vicedirección. Pero puesto que los principales protagonistas en St. John's son las alumnas y alumnos, será uno de ellos, Bradley, quien nos conducirá por los jardines y las canchas deportivas, por los pasillos y las aulas, donde encontramos pequeños grupos de alumnas y alumnos, máquinas de coser, una impresora 3D, ordenadores, herramientas de carpintería, una cortadora láser, objetos curiosos fabricados por las y los propios alumnos, un teatro, y mucha, mucha luz natural.
¿Cómo ha sido esto posible? En 2001 St. John's desarrolló un estudio piloto que dio pie a que los estudiantes de los dos primeros cursos (once y doce años de edad respectivamente) sigan ahora un currículum alternativo (por oposición al oficial) que coloca al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje. La base de este currículum está formada por cinco competencias1: aprender a aprender, relaciones interpersonales, ciudadanía, gestión de la información y resolución de situaciones nuevas. La teoría de las inteligencias múltiples y la inteligencia emocional se incorporan al trabajo cotidiano. No hay asignaturas, pues como explica Patrick Hazlewood, "desde el punto de vista del estudiante, el currículum debería constituir una experiencia ininterrumpida, como abrir un libro que le hace sentirse partícipe y le cautiva con una historia emocionante que se despliega ante sus ojos". Se alienta que cada estudiante asuma la responsabilidad de su aprendizaje mediante actividades abiertas (sin un objetivo o solución prefijado) en las que no hay respuestas correctas o erróneas, sino un despliegue de inventiva para el que es imprescindible perder el miedo a equivocarnos. Los exámenes dejan de ser el objetivo del estudio, y son las alumnas y alumnos quienes adquieren la capacidad para autoevaluar su trabajo. A pesar del protagonismo cada vez mayor que han cobrado los exámenes y la medición de resultados, en St. John's opinan que "los estándares, la estructuración y la evaluación tienen un papel, pero no a costa de destruir el deseo y el placer de aprender".
Los resultados del grupo piloto en que se aplicó por primera vez este nuevo marco superaron todas las expectativas: los estudiantes no sólo demostraron adquirir más conocimientos en las áreas de matemáticas, ciencias y lengua, sino que además su comportamiento era significativamente mejor. Pero, sobre todo, lo que experimentaron fue que disfrutaban aprendiendo. Y con gran sorpresa, el profesorado que participó descubrió que recuperaba algo que parecía olvidado: el entusiasmo por enseñar.
Tom nos ha ofrecido la oportunidad de conocer a un grupo de alumnas y alumnos, y de hablarles de nuestro viaje. Entre ellos está Will, un joven que se ha trasladado desde Cornualles con su familia para poder estudiar en St. John's. Nos habla de su pasión por el mundo visual, y explica que aquí se ofrece formación en una variedad enorme de materias, entre ellas la fotografía. Los estudiantes de St. John's proceden de muy diversos entornos sociales y económicos, y se hace un esfuerzo por evitar que eso condicione el aprovechamiento que hacen los chicos y chicas de las oportunidades educativas, por ejemplo mediante ayudas para familias desfavorecidas. Al preguntarles su opinión sobre el grado de autonomía que se les da en este centro, Ashley, Josh, Oliver y Lily tienen muy claro que para ellos la libertad es crucial para el aprendizaje: les ayuda a madurar y a fortalece su carácter, les hace sentirse capaces de superar retos por sí mismos y les prepara para la vida real.
Nos marchamos de St. John's con una sonrisa en los labios. Al mismo tiempo vemos salir por sus puertas a los estudiantes, es el final de la jornada escolar. Pero... ¿les habrán puesto deberes? Las palabras de Patrick Hazlewood que levantaron tanto revuelo hace nueve años resuenan con fuerza: "Los deberes tradicionales son aburridos, irrelevantes, y con frecuencia dan lugar a conflictos familiares. [...] Son un concepto del siglo XX cuyo momento hace mucho que pasó".
24 de abril de 2014
1Estas competencias fueron definidas por la RSA (Royal Society for the Arts), con la que St. John's, como otros doscientos centros educativos del Reino Unido, colabora estrechamente a través del programa Opening Minds.