8 al 12 de abril, 2014
Hemos llegado hasta esta ciudad pequeña, tranquila, en la que las bicis parecen sobrepasar a los coches, y las montañas y bosques casi se pueden palpar a cada paso. El buen tiempo nos acompaña y da gusto pedalear por las calles arboladas, sabiendo que hay carril bici por doquier y que los coches te ceden el paso incluso cuando no les corresponde hacerlo.
Decidimos darnos una vuelta hasta llegar a la escuela democrática Kapriole, situada en las afueras. Cuando llegamos nos cuentan que no podremos visitarla "oficialmente" porque debido al gran número de peticiones que reciben les es imposible atender todas. Pero un pequeño grupo de alumnas y uno de los adultos acompañantes (aquí no hay "profesores"), Niklas Gidion, nos ofrecen sentarnos a charlar un rato. A nuestro alrededor corren niños de distintas edades, que juegan juntos como si la hora del recreo no tuviera fin. Y es que aquí no lo tiene.
Con Niklas (que es además uno de los fundadores de EUDEC, la asociación europea para la educación democrática), entre otras cosas, hablamos de las dificultades que la escuela atravesó en sus inicios, cuando debía funcionar casi en la sombra porque las autoridades no reconocían este tipo de enseñanza. Las cosas han cambiado y desde 1997 Kapriole cuenta con un apoyo institucional que es bienvenido aunque no haya sido buscado. Conocemos también a Dunja, una estudiante holandesa que está en Kapriole de intercambio procedente de la escuela democrática De Ruimte, cerca de Utrecht. Nos habla de su experiencia en la educación tradicional y en la democrática, de cómo ahora puede elegir a qué ritmo estudiar, y qué estudiar, al margen de las asignaturas que marque el currículum oficial y del nivel que le corresponda por su edad. Esto ha dado alas a su aprendizaje. También nos habla de su curiosidad por infinidad de temas, en particular por los idiomas (su inglés es perfecto, y habla también alemán). La conversación con ella nos deja huella, por su sensibilidad, su madurez, y la claridad con que es capaz de transmitirnos por qué considera que este tipo de educación poco convencional ha sido tan beneficiosa para ella.
Más tarde, de paseo en bici por el barrio de Vauban, un vecindario con una larga trayectoria progresista en Friburgo (que es ya de por sí la capital eco-alternativa de Alemania), nuestros anfitriones Sabina y Peter nos llevan a visitar un parque montado por iniciativa de los vecinos, y en el que hay un cartel en la entrada que dice que los niños de entre seis y catorce años sólo pueden entrar si NO van acompañados de adultos. Sí, has leído bien: si NO van acompañados de adultos. Dentro encontramos maquinaria y herramientas peligrosas como sierras o martillos, un horno que alcanza altas temperaturas, y juegos de todo tipo fabricados por los propios niños. La supervisión de los adultos es mínima. La creatividad y la iniciativa llegan al máximo.