los dos libros que te presentamos forman parte de nuestro viaje.

Son lecturas que nos han dejado una huella imborrable, y con las que ahora querríamos emocionarte e inspirarte también a ti.

Este proyecto no tiene ánimo de lucro y es independiente gracias a personas que, como tú, confían en que entre todos podemos cambiar el curso de la educación. Pero sólo lo conseguiremos si sumamos fuerzas. Nuestra propuesta es producir un documental que emocione y que pueda ver todo el mundo, no solo las personas interesadas en educación: porque todas y todos hemos sido niños. Nos gustaría contar contigo, y para agradecerte tu confianza te hemos preparado estos obsequios que acaban de salir de imprenta.

Los Náufragos de Tonga

Una historia increíble, pero auténtica

Es 1977. En alguna playa del Archipiélago de Tonga –el primer rincón del planeta en ver cada día el amanecer–,  seis niños están preparando una barca para salir de pesca. Se adentran en el mar, nadan, ríen. De repente el cielo se tiñe de negro y el viento empieza a arrastrarlos cada vez más lejos de la costa. La pequeña embarcación queda a la deriva, y sus pequeños tripulantes no saben cómo volver a casa, no saben si sobrevivirán. Tras varios días en alta mar, una ola los devuelve al fin a tierra firme. Pero a una tierra desconocida: una isla desierta.

¿Qué sucedió después? ¿cómo sobrevivieron estos seis niños solos durante quince meses en una isla desierta?

Cuando conocimos esta historia –que ya casi nadie recuerda y que no figura más que en una vieja publicación para la ONU de 1986– supimos que de niños habríamos querido que alguien nos la contara. Por eso, nos pusimos manos a la obra para convertirla en un cuento ilustrado que tú también pudieras leer y contar. Escribimos a Ana García-Castellano, autora y tejedora de cuentos, para que con su pluma sensible escribiera una adaptación de la breve reseña historia que se menciona en el texto original. Para las imágenes confiamos en los mágicos pinceles de la ilustradora infantil Alicia Borges. Sus ilustraciones son acuáticas, y fluyen como la acuarela.

Descubrimos Tonga y la aventura de estos seis niños gracias a Jay Griffiths, autora de Kith, quien la narra así:

Tonga (oficialmente el Reino de Tonga) es la única nación-isla de esa región del Pacífico sur que no estuvo sometida al colonialismo formal. Antaño fue conocida como las "Islas de la Amistad", al parecer porque el Capitán Cook fue recibido allí con amabilidad (aunque esta opinión la disputan quienes afirman que sólo le trataron cordialmente porque nadie se ponía de acuerdo en cómo matarle). Un día, en el año 1977, seis chicos, amigos todos, originarios de las Islas de la Amistad, salieron de pesca. Era un día cristalino, y el turquesa del Pacífico Sur les llamaba, alejándoles de las palmeras de la orilla que conocían, y los chicos se adentraron remando en el océano. Las redes estaban enrolladas en el fondo de la embarcación de madera y algunos de los chicos, tumbados sobre ellas, dormían una siesta mientras pasaba la tarde.

A veces pescaban desde el barco y a veces nadaban cerca de él, despreocupados y felices como delfines, todo ese tiempo su presente quedaba plasmado en una tarde de infancia eterna. Y fue entonces cuando apareció la mancha diminuta del futuro, un fajo de miedo apretado en el interior de una nube de tormenta, minúsculo al principio sobre el horizonte.

De repente una calma tensa rodea el barco. También se apodera de los niños. Están demasiado lejos como para regresar a casa antes de la tormenta. El viento convoca subrepticiamente al frío, y la lluvia cae con fuerza. Una corriente de aire golpea el costado del barco y llueve a mantas, pero es la oscuridad lo que más temen porque durante el día, la oscuridad vaticina. Profetiza, no se guarda nada, sacude cada retazo de alegría, cada rastro de alegría que albergan los chicos, y entonces la profecía de la oscuridad se cierne sobre ellos. Es una tormenta perfecta. Los seis chicos tienen náuseas, están aterrorizados, sollozan, rezan, se callan. El cielo, magullado, lanza viento y torrentes de lluvia. No cesa. Ningún deseo, ninguna oración, ninguna promesa que los chicos hacen tiene efecto alguno. La tormenta dura días. Durante muchas mañanas, tardes y noches espantosamente largas, la tormenta tiene al barco y su cargamento de niños agarrados entre los dientes y entonces, con un aullido feroz, los arroja sobre un arrecife. El barco se rompe en mil pedazos. Débiles, asustados, exhaustos y temblorosos, los chicos corren hacia la playa mientras la ventisca sacude las palmeras. Los chicos no conocen la isla. Lentamente, a medida que amaina la tormenta, se recomponen y empiezan a mirar alrededor. La isla está completamente deshabitada y están solos. ¿Qué hacen, esta pequeña tribu de niños? ¿Cómo sigue la historia? Si la hubiera narrado Golding, la historia trataría de crueldad y humillación. Pero la narran los niños, y en ella hay cordura y elegancia.

Hicieron un pacto para no pelear, porque vieron que las disputas podrían conducirles a una destrucción segura. Se prometieron unos a otros que dondequiera que fueran irían en parejas, por si se perdían o tenían un accidente. Acordaron hacer rotaciones para montar guardia, día y noche, y así estar pendientes de cualquier cosa que pudiera hacerles daño o servirles de ayuda. Y cumplieron sus promesas, durante un día entero que se convirtió en una semana, que se prolongó un mes. El tiempo pasaba, y un mes se convirtió en dos y cuatro y seis y diez. Pasó un año. Habían transcurrido quince meses cuando de repente dos de los chicos, que montaban guardia como habían acordado, atisbaron el punto que marcaba un nuevo porvenir que se acercaba, minúsculo al principio, una mota de polvo que era en realidad un barco dibujado en el horizonte. Los chicos fueron hallados y rescatados, todos, su lealtad intacta y sus promesas cumplidas.

La historia la recoge originalmente Susanna Agnelli, en un Informe para la Comisión Independiente sobre Asuntos Humanitarios Internacionales:

“Sobrevivieron gracias a una fe compartida; al hecho de que ninguno tenía razones para explotar a los demás; y, quizás sobre todo, a una cultura que daba más importancia a la cooperación que a la competición. La educación moderna se ha extralimitado tanto en subvertir este principio que, ante una situación similar, los jóvenes urbanos de hoy día probablemente no reaccionarían con el mismo desprendimiento y confianza en sí mismos”.

Las creadoras de Los Náufragos de Tonga

Sólo confiando en las niñas y niños les permitimos confiar en sí mismos.

Aprender en libertad

EL LIBRO QUE CAMBIÓ NUESTRA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN

¿Qué lectura te inspiraría para subirte a una bici con tu hija de dos años y pedalear durante casi 8 meses visitando proyectos educativos innovadores por medio mundo y filmando un documental sobre educación?

A nosotros nos sucedió con este libro: Aprender en libertad ("Free to Learn"), del Catedrático Universitario e investigador de Boston College, Peter Gray.

Peter Gray es catedrático de Psicología, y su carrera profesional fácilmente podría haber transcurrido estudiando las bases biológicas de la conducta desde un laboratorio. Pero en un momento de su vida se vio forzado a hacer una elección que, de la mano de su hijo, le llevaría a descubrir la educación como nunca la habría imaginado.

Aprender en libertad es el testimonio honesto de un padre, a la vez que un análisis lúcido de nuestro sistema educativo desde una perspectiva histórica, antropológica y científica. Pero, sobre todo, este libro es un espejo que nos hace enfrentarnos a interrogantes que no podemos seguir eludiendo su queremos construir, entre todos, una educación más humana y auténtica.

Conscientes de que no existía ninguna publicación en castellano similar a Aprender en libertad, este año nos propusimos traducirlo y editarlo en España. Gracias al apoyo de más de 900 personas lo hemos logrado, y ahora ya puedes recibirlo como obsequio al participar en el crowdfunding del documental "Corriendo por las olas".